Lenner Sandino Olivas: Guerrero de las Brumas Hijo del Guante y la Tierra Fría
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Lener Sandino Olivas el joven prospecto pre- parándose para su sesión de entrenamiento foto de: Félix Rivera |
En una ciudad rodeada de montañas y neblina, donde las historias suelen hablar de cafetales, cosechas y familia, hubo una que nació entre golpes, sudor y disciplina. La historia de un adolescente jinotegano que se enfrentó a sí mismo, al miedo, a la escasez y a rivales mucho más experimentados, para abrir camino en un deporte que apenas se conocía en su tierra: El Boxeo.
Su nombre es Lenner Augusto Sandino Olivas, y fue el primer pugilista de Jinotega en participar en los campeonatos nacionales de boxeo aficionado. Pero su legado va más allá de las medallas. Es una historia de formación, de mentoría, de identidad… y de cómo un deporte puede transformar no solo a una persona, sino a toda una comunidad.
Un origen humilde, una decisión firme
Lenner nació y creció en el barrio Omar García, en el corazón de Jinotega. En su adolescencia, como muchos jóvenes de su época, convivía con la incertidumbre de un país convulso, el Servicio Militar Patriótico obligatorio, y la falta de oportunidades para quienes no tenían un camino claro.
Pero algo lo marcó profundamente: las legendarias peleas de Alexis Argüello contra Aaron Pryor. Ver la elegancia y la furia combinadas en un mismo cuerpo, le revelaron que el boxeo no era solo fuerza, sino arte, estrategia y disciplina. Esa inspiración, sumada a las peleas callejeras con su amigo Lenin Rizo (quien tenía unos guantes que su padre le regaló), encendió una chispa que nunca más se apagó.
Un día de 1983, Lenner tomó una decisión que cambiaría su vida: se presentó donde Don Alberto Falla Manzanares y le pidió que lo entrenara. Aquel hombre, flaco y reservado, ya era conocido por su pasión por el boxeo. Lo miró, y con firmeza le respondió: “Mañana a las cinco.”
El ring invisible: un patio de tierra como gimnasio
No había lona, ni cuerdas, ni saco de golpes. Solo un espacio en el patio de la casa de Don Alberto, donde hoy se ubica las oficinas de Unión Fenosa. Fue ahí, sobre tierra compactada, donde comenzó la primera escuela de boxeo de Jinotega. No existía ni siquiera una estructura como tal. Solo dos personas: un maestro lleno de conocimientos y un joven con hambre de aprender.
Los primeros entrenamientos fueron lentos y rigurosos. Durante meses, Don Alberto le prohibió lanzar un solo golpe. Primero debía aprender la postura, la guardia, el desplazamiento hacia adelante, hacia atrás, los giros, el control del cuerpo. “Pasaron muchos días antes que me mostrara el ‘One-Two’”, recuerda Lenner. Ese método tenía un propósito: forjar cimientos sólidos, no solo físicos, sino mentales.
En ese mismo espacio, Don Alberto también crecía como entrenador. Era autodidacta, lector incansable de literatura boxística rusa, mexicana, cubana y panameña. Transmitía a Lenner lo que aprendía, convirtiendo cada sesión de entrenamiento en una clase de técnica y filosofía. Ambos se formaban mutuamente: uno como boxeador, el otro como maestro.
El crecimiento de una escuela y el nacimiento de una leyenda
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Lener Sandino a la derecha el gato Ramirez a la izquierda dos grandes amigos dentro y fuera del ring foto: cortesia de Lener Sandino |
La falta de sparrings era una constante. Don Alberto recurría a muchachos fuertes del barrio e incluso a boxeadores retirados como Néstor William Obregón. La creatividad suplía la falta de recursos. Fue entonces cuando consiguieron un espacio más amplio: el antiguo depósito de la Pepsi, donde finalmente se instaló la primera escuela formal de boxeo de Jinotega donde empezaron a formarse nuevos boxeadores.
Allí, Don Alberto contrató al campeón nacional Fernando “El Gato” Ramírez para que fuera sparring oficial de Lenner en preparación para los campeonatos de 1986. La formación ya no era improvisada: era rigurosa, planificada, apasionada.
La guerra de los guantes
Lenner debutó oficialmente en 1984, en el Gimnasio Nicarao de Managua. La experiencia fue dura. Perdió por RSC ante un púgil capitalino. Pero no se desanimó. Al contrario, esa derrota le enseñó una lección que lo acompañaría siempre: “Nunca bajes los brazos, ni literal ni simbólicamente.”
En 1986, su mejor año como atleta, participó en los cuatro campeonatos nacionales de boxeo aficionado:
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🥈 Subcampeón en Futuras Promesas (Juigalpa, 57 kg)
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🥇 Campeón en Domingo Latino Telica (Masaya, 54 kg)
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🥇 Campeón en Copa Sandino SSTV (Managua, 57 kg)
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🥉 Medallista en el Campeonato Carlos Fonseca Amador (Managua)
Cada combate tenía una historia. Uno de los más intensos fue ante Pedro Mena, un zurdo de Chontales, en el campeonato “Futuras Promesas”. Lenner lo enfrentó tras haber sido golpeado duramente la noche anterior por otro rival. Aun con el cuerpo resentido, se mantuvo firme. Perdió por decisión, pero ganó una nueva lección: “No basta con valentía; hay que aprender más.”
También enfrentó a Rogelio “Chocolatito” González, un seleccionado nacional de estilo escurridizo. En ese combate, comprendió a cabalidad la frase de Muhammad Ali: “Flota como mariposa, pica como abeja.” La pelea fue ajustada, y aunque perdió por decisión, salió del ring con admiración por el arte del boxeo en su máxima expresión.
El adiós al ring, pero no al boxeo
En 1987, tras su última pelea contra Johnny West, un moreno fornido de la Costa Caribe, Lenner decidió retirarse del boxeo competitivo. Había cumplido su ciclo. No había alcanzado el oro en el campeonato Carlos Fonseca, pero su alma estaba en paz. Optó por seguir su formación profesional, con la frente en alto y los guantes colgados con dignidad.
Desde entonces, su vínculo con el boxeo es emocional. No se convirtió en entrenador ni dirigente, pero su historia sigue viva en la memoria de quienes fueron inspirados por su ejemplo. Muchos lo recuerdan como el primer jinotegano en abrir la puerta a los campeonatos nacionales. Y eso, nadie lo borra.
Homenaje a un padre sin lazo de sangre
Lenner nunca ha ocultado lo que siente por Don Alberto Falla Manzanares. Más que entrenador, fue un segundo padre. Al enterarse de su muerte, Lenner escribió un mensaje conmovedor donde resumió su legado:
“Nos reuniremos en algún momento, Don Alberto… Padre, Maestro. Usted no solo me enseñó a lanzar golpes; me enseñó a levantarme. A creer en mí. A mantenerme firme.”
Mensaje a los nuevos guantes de Jinotega
Hoy, Lenner tiene 58 años. La mayoría de los jóvenes que entrenan boxeo en Jinotega probablemente nolo conocen. Pero deberían.
Deberían saber que cuando entrenan en un ring con cuerdas, sacos y reloj y equipo disponible, que eso no siempre estuvo allí. Que hubo una vez un adolescente que entrenó sobre tierra. Que ese muchacho abrió una puerta que hoy muchos cruzan.
Su mensaje es claro:
“Si vas a elegir el boxeo, que sea con decisión. Este deporte no tolera el miedo. No es solo pegar. Es aprender, formarte, encontrar tu voz. Si yo volviera a nacer, lo haría otra vez. Pero también aprendería idiomas, tocaría música, estudiaría más. Porque el boxeo es parte de una vida completa, no un destino único.”
Y añade, con una sonrisa sabia:
“Los boxeadores debemos ser altruistas… porque es mejor dar que recibir.”
Legado de un pionero
Lenner Sandino Olivas no necesita un monumento ni un título mundial para ser recordado. Su historia es el cimiento del boxeo jinotegano. Desde un patio de tierra, con un solo entrenador, sin más recursos que voluntad y disciplina, demostró que los sueños también se entrenan.
Y hoy, cada joven que sube a un ring en Jinotega, consciente o no, sigue los pasos de ese muchacho de mirada decidida, que un día le dijo a su maestro: “Enséñeme a boxear.”
El legado está vivo. El legado de Los Guerrero de las Brumas.
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